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El por qué de Kitty es un montón de razones muy íntimas; un montón de acciones y palabras que me empujaron a darme cuenta de que tenía que hacer algo YA. Desgraciadamente decir que siempre he sido feminista sería una mentira. Yo hablaba pésimo de otras chavas, criticaba, juzgaba y me burlaba, acciones que jamás me hicieron feliz ni me ayudaban con mi autoestima, la cuál estaba muy baja. Así es como por experiencia propia aprendí que las personas que simplemente no pueden vivir y dejar vivir son personas vacías, enojadas, con una vibra pesadísima que hoy en día no tolero tener alrededor de mi. Pero bueno, ese es completamente otro tema. Durante mi tercer año de carrera, una carrera que me abrió la mente de tantas maneras y me cambió mi personalidad 100% (para bien, pienso yo) sucedieron dos cosas antes de comenzar Kitty.

La primera fue una simple oración que todavía no me saco de la cabeza: “al vestirte así me estás faltando al respeto a mí.” El caso no es quemar gente, y por eso todo lo que diré de la persona que me dijo eso es que pertenece a mi familia y es alguien a quien yo quiero y admiro muchísimo. Entonces imagínate cuánto dolió. Tampoco es el caso aclarar que ropa traía yo, porque eso jamás es importante. Después de llorar y llorar, de enojo, tristeza, decepción y hasta poquita culpa, dije que nunca iba a dejar que nadie me objetificara de esa manera otra ves, y que nunca iba a dejar de vestirme como a mí me gusta. Ya traía todo eso en la cabeza cuando en Monterrey, en un antro, un chavo sintió el derecho de tocarme la cintura y la cadera de la manera más horrible y preguntarme que “dónde era el after.” No, no era la primera vez que me pasaba y tampoco fue la ultima, pero si fue cuando más me enojé. Grité, horrible, si, que grosera. Cero dama, verdad? No me importó. Por primera vez me defendí como yo quise hacerlo, dije lo que quería decir y sin nada de pena. Y desde esa vez, si un chavo cree que puede tocarme pues también le tocan gritos, empujones y a veces hasta groserías, porque nunca volví a quedarme callada.

La razón por la que decido contarles todo esto es porque no puedo animar a las mujeres a levantar la voz y a agarrar valentía si yo no lo hago. Y aunque mi página está llena de esto lo quiero repetir: NADIE tiene el derecho de tocarlas, de hablarles, de chiflarles, de aventarles “piropos” sin su consentimiento. Niñas, los hombres ni siquiera tienen el derecho de agarrarlas y bailar con ustedes en los antros si ustedes no quieren. El día que nos demos cuenta de lo que somos, de lo que valemos, y que el tipo de comportamientos que describí NO son correctos ni normales, ese día vamos a cambiar el mundo. Finalmente quiero darle las gracias a Elsa por darme la oportunidad de contar una historia tan personal en Millennials & Mimosas. I live for girls supporting girls.
-Alba

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